Origen
Según la leyenda, el té fue descubierto en el año 2737 A.C. por un emperador chino, cuando por accidente unas hojas de té cayeron adentro de un recipiente de agua hervida y al ver el color que había adquirido la infusión, quiso probarla, encontrándola muy refrescante. Ese día y por azar, nació el té. Su consumo impregnó la cultura china alcanzando a todos los estratos de la sociedad.
El té y la meditación
El arte de la preparación del té y la meditación religiosa estuvieron desde un principio relacionados. En el 800 D.C., Lu Yu escribió un código en el que clasificaba todos los métodos para su cultivo y preparación, a la vez transmitía los conocimientos que había adquirido de la filosofía Budista Zen.
Llegada a Europa
El primer europeo que escribe acerca del té fue el padre Jesuita portugués Gaspar de Cruz, en 1560. Portugal, con sus avanzados navíos fue el primer país europeo en comerciar con China e introducir el té vía Lisboa. Holanda, luego, lo distribuye en el continente. Inicialmente era un producto suntuoso, consumido únicamente en la corte, pero ya en 1675 el comercio de té había crecido lo suficiente como para que se generalizara el consumo.
Llegada a America
América conoce el té gracias al holandés Peter Stuyvesant quien lo trae en 1625 a la colonia establecida como Nueva Amsterdam (luego rebautizada por los ingleses como Nueva York). Los colonos fueron ávidos bebedores de té superando, en aquel entonces, el consumo de toda Inglaterra.